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Martes, 09 Febrero 2021 10:54

Quien da la vez -Columna Diario Alerta de Cantabria

Los maestros en hacer cola son los británicos, no cabe duda. Lo llevan con honra, con el amor propio nacional del comportamiento ordenado. La forma británica de formar colas fue retratada irónicamente por George Mikes, escritor y periodista judío de origen húngaro y afincado en Londres, con tan sólo una línea: «un inglés, aunque esté solo, forma una ordenada cola de una persona». Bueno, es un estereotipo como este otro, también de Mikes, de «los europeos continentales tienen vida sexual, los ingleses en cambio se llevan a la cama botellas de agua caliente», lo cual da sentido al estereotipo de la flema británica porque, a pesar de caricaturizar a los ingleses con cierta maldad, le pusieron a George Mikes una placa conmemorativa en su casa natal. A lo peor no fueron los ingleses, quizá.

En España, la cola es una forma de hacer y ser. Aquí, las colas se suelen formar desordenadas, aunque todos sabemos qué lugar ocupamos en la cola.

Es, a modo de ejemplo, como los algoritmos de ordenamiento o, lo que es lo mismo, una secuencia dada por una relación de orden. En la otra cara del asunto, nuestro comportamiento en la cola detecta inmediatamente la personalidad de quien aguarda su turno.

Así, ser paciente o ser educado o ser listillo o ser arrogante o ser famosillo, define a la perfección el carácter de cada cual.

Este modo de actuar en una cola retrata vanidades, egoísmos, impaciencias, soberbias e, incluso, groserías como la de quienes invaden tu intimidad al no guardar la distancia entre la línea marcada de espera y el mostrador del consultorio médico o del banco: quieras o no se enteran de si tienes gastroenteritis o bien si tu cuenta bancaria muestra números rojos.

Ahora, cuando sí o sí se ha de guardar cola, nos florece la conciencia del significado de guardar cola ordenadamente. Aquí ya no valen las artimañas del profesional en saltarse la cola, o la del amigo/conocido casualmente pegado a ti en la cola de la caja del supermercado.

Qué lejos quedan aquellas colas, mejor dicho, acampadas, con tal de conseguir entradas al concierto de tal o cual grupo o cantante, o las esperas de días hasta hacerse con un boleto fondo sur del partido de fútbol del siglo.

De esto hace un año, más o menos, pero parece haber pasado un siglo. A las pérdidas de empleos en demasiados sectores, habrían de añadirse el de los guardas turnos en las colas y el de los gorrillas aparca coches.

Si usted ha llegado hasta esta línea, habrá podido observar la ausencia de cualquier tipo de improperio hacia quienes se han puesto la vacuna contra el coronavirus saltándose el protocolo a la torera, con cierta chulería e insolidaridad.

Egoístas e insensatos podrían ser calificados, porque estos caraduras no se han colado en una fila, no, han alterado el orden del calendario de vacunación con el fin de salvaguardarse a sí mismos y, además, se creen con tal derecho.

Vamos, como algunos en el hundimiento del Titanic.

Publicación original: Quien da la vez

 

 

 

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Ricardo Alba Santamaría