Escribir una carta aunque no sea de amor
Pero merece la pena por varias razones. Una de ellas es descubrir el amor que Hanff, protagonista además de autora, profesaba a los libros. Y otra, el volver a leer cartas. Porque esta novela epistolar nos recuerda, a algunos, que hace ya unos cuantos años dedicábamos buena parte de nuestros veranos a intercambiarnos cartas y postales con los amigos que tanto echábamos de menos durante las vacaciones. Vale, hoy no hace falta, que para eso están el Whastapp y las redes sociales, pero la ilusión al descubrir en el buzón un sobre (que no era del banco) nos suministraba un chute de dopamina equivalente al de 100 notificaciones en el móvil.
Por no hablar de lo terapéutico que resultaba el escribir y hacer balance de nuestro verano: lo que más nos estaba gustando, lo que menos, a quién habíamos echado el ojo por esos lares, lo que haríamos al regresar a la rutina... Así que, ¿por qué no aprovechamos lo que queda de verano para volver a escribir cartas? Luego siempre nos queda la opción de enviarlas o no...