Tras su ruptura mediática con Isabel Preysler, volvió a escribir a su piso madrileño y vivió sus últimos meses arropado por "su tribu"
De la tía Julia a Isabel Preysler, la atrajo lo prohibido
Dejando a un lado amantes ideales, sueños rotos y anhelos de romances, su historial amoroso se podría abreviar con tres nombres de mujer: Julia, Patricia e Isabel. En 'La tía Julia y el escribidor' (1983), Vargas Llosa relató su primer matrimonio. Se llamaba Julia Urquidi y murió en 2010, a los 84 años. Era su tía carnal y estaba recién divorciada cuando la conoció. Realmente se habían conocido diez años antes y ella le recordaba como un niño mimado. Era una mujer bella y la pasión nació entre paseos vespertinos, cuando él, estudiante de Derecho, tenía 19 y ella 29. Se casaron en secreto, en mayo de 1955, y se instalaron en París. Un escándalo para la sociedad limeña. El padre fue tajante con el escritor: "Si esa mujer no sale de país, te mataré de cinco balazos como a un perro".
Todo cambia cuando Patricia llega a París
La relación se rompió ocho años después, cuando Patricia Llosa Urquidi, sobrina de Julia y prima de Mario, irrumpió en su hogar parisino. Le dejó absolutamente prendado. La impresión que le provocó fue tan profunda que en 1965 contrajeron matrimonio. Con el tiempo, la tía Julia quiso hacer algunas puntualizaciones de su romance y publicó 'Lo que Varguitas no dijo', una pequeña novela que muchos entendieron como la revancha de una esposa ultrajada. "Parece que desde niño supo sacar ventaja de quienes le querían", dice en sus primeras páginas. Aclaró que nunca fue una frívola ni una asaltacunas y que con él había pasado por todas las etapas de "sentimientos, pasiones, mentiras y humillaciones".
La unión con Patricia, sin embargo, derivó en un amor maduro y estable, a pesar de los deslices, a menudo vox populi, del marido. Duró 50 años y de él nacieron Álvaro (1966), Gonzalo (1967) y Morgana (1974), que les dieron ocho nietos. La relación quedó descrita en las palabras que Vargas Llosa le dedicó en su discurso de aceptación del Premio Nobel, en 2010: "Ella lo hace todo y todo lo hace bien. Resuelve los problemas, administra la economía, pone orden en el caos, mantiene a raya a los periodistas e intrusos, defiende mi tiempo, decide las citas y los viajes, hace y deshace las maletas, y es tan generosa que, cuando cree que me riñe, me hace el mejor de los elogios".
Adiós a la mujer de "nariz respingada"
No tardó en olvidarse de "la prima de nariz respingada y carácter indomable" que salvó al autor de un "torbellino caótico", según reconoció en ese emotivo discurso que hizo llorar a todos. En 2015, poco después de celebrar las bodas de oro en Nueva York, unas fotos sobre la presunta infidelidad con Isabel Preysler corrieron como la pólvora. El matrimonio saltó por los aires y hubo un gran cisma familiar.
La socialité fue una pasión otoñal que, contra todo pronóstico, se prolongó durante ocho años. Venían de mundos absolutamente divergentes, pero aportaban algunos detalles en común: varios matrimonios, historial de infidelidades públicas, familia numerosa y exposición de sus vidas privadas. Al parecer, durante tres décadas el escritor peruano había profesado una admiración profunda hacia Isabel que le arrojó a sus brazos al enviudar de Miguel Boyer.
Enamorado hasta la muerte de Madame Bovary
El nuevo romance tenía tintes literarios que hicieron aún más jugoso el relato. Al menos así se intuyó cuando, recién roto el noviazgo, su hijo Álvaro grabó y colgó en su cuenta de Twitter la escena del Premio Nobel en un sillón leyendo en voz alta un fragmento de 'Madame Bovary'. Isabel acaba de anunciar su separación y él, desde París, leía en francés la historia de una mujer eternamente insatisfecha que quiere gozar y rodea su vida de elementos superfluos. El escritor, que se reconocía fetichista literario, siempre confesó que desde que llegó a la capital francesa, en 1959, y descubrió la obra de Flaubert, supo que "hasta la muerte viviría enamorado de Emma Bovary". Los usuarios no tardaron en identificar a la socialité con su heroína literaria.
"Un enamoramiento de la pichula, no del corazón"
Aparentemente, se había acostumbrado a la vida de la socialité y parecía posar de buena gana en exclusivas y saraos. La realidad es que hubo numerosos rumores de crisis que iban acallando a golpe de exclusivas y apariciones públicas. De nuevo, su obra nos invita a elucubrar qué podía estar pasando por su cabeza: "Todas las noches, parece mentira, desde que cometí la locura de abandonar a mi mujer, pienso en ella y me asaltan los remordimientos. Creo que solo una cosa hice mal en la vida: abandonar a Carmencita por una mujer que no valía la pena (…). Todas las noches pienso en ella y le pido perdón", escribía en 'Los vientos', un cuento que había escrito en 2020. Es la historia de un hombre que llega arrepentido al crepúsculo de su vida: "Nunca la quise. Fue un enamoramiento violento y pasajero, una de esas locuras que revientan una vida. (…). Fue un enamoramiento de la pichula, no del corazón".
Si hubo o no conciliación amorosa, y en qué términos, es un asunto que quedó en la más estricta intimidad familiar. Lo que sí quedó claro es que Patricia y sus hijos han sido los pilares de su vida. El escritor Jaime Bayly, autor de la novela 'Los genios', destaca que ella tuvo desde muy joven "la grandeza de saber perdonar las veleidades de los genios".
¿Qué ocurrió con Gabriel García Márquez?
En esta obra, disecciona, por cierto, uno de los episodios más singulares de la vida de Vargas Llosa: el puñetazo que le propinó a Gabriel García Márquez. Después de mucho tiempo sin verse, el 12 de febrero de 1976 los escritores se reencontraron en una sala de cine en México. Cuando el colombiano se acercó a saludar al Premio Nobel peruano, este le asestó un insólito golpe. Hubo versiones para todos los gustos, pero en el centro de la polémica estaba su mujer, Patricia Llosa. Unos dicen que Patricia le había llorado al escritor colombiano las infidelidades de su marido y este le habría aconsejado el divorcio. Otras insinuaciones apuntan a un flirteo entre ellos. La realidad hoy solo la conoce ella.
Hubo también desencuentros y controversias políticas. García Márquez apoyó a Fidel Castro, mientras que Vargas Llosa, que fundó un partido de pensamiento neoliberal, fue uno de sus mayores opositores. Fuese lo que fuese, Bayly lo zanja en una gran pelea de egos. "Vargas Llosa es un genio, pero también es un volcán; es un genio volcánico que a veces hace erupción y, cuando expulsa lava, quema", escribió. El caso es que no volvieron a hablarse el resto de sus vidas.
Amistades políticas y literarias
Los amigos le han arropado en esta última etapa en los diferentes actos. En su 80 cumpleaños tuvo como invitados a expresidentes del gobierno, como Felipe González, José María Aznar y Mariano Rajoy, y otras personas, como Boris Izaguirre o los periodistas Iñaki Gabilondo y Luis María Anson. Es conocida su amistad con el rey Juan Carlos I y, en febrero, en un homenaje por su ingreso en la Academia Francesa, se rodeó de otro pequeño círculo de amigos: Javier Cercas, Sergio Ramírez, Gioconda Belli o Arturo Pérez Reverte.
La ruptura con Isabel le sirvió para recuperar el sentido de "tribu", como a él le gustaba decir, que unía a la familia. Hasta sus últimos días habrá cumplido su promesa de amor eterno a Madame Bovary, soñándola, trazándola y dejando que se diluya con la realidad.