Jueves, 12 Septiembre 2024 11:32

Ser mujer en el Renacimiento: la obligación de estar bella para sobrevivir

 

La belleza de la mujer en el Renacimiento 

 

 

Parece lógico pensar que esto es así, primero, porque es una dama noble, con un estatus social y económico que le permitía disfrutar de ciertos lujos. También es lógico que alguien, de cualquier estrato social, cuando va a ser retratado, quiera aparecer con el mejor aspecto posible. Pequeñas banalidades en las que cualquiera puede caer, especialmente una mujer noble de aquella época.

Pero la tesis de Jill Burke, catedrática de Culturas Visuales y Materiales del Renacimiento en la Universidad de Edimburgo, apunta a otra cosa: las mujeres del Renacimiento estaban preocupadas por su imagen porque no les quedaba otra. De su buen aspecto, de resaltar y demostrar su belleza, dependían cosas tan importantes como un buen matrimonio que les diera protección social y económica.

“Tener buen aspecto era muy importante para las mujeres en un mundo en el que los derechos legales y el poder adquisitivo de los hombres hacían que para conseguir influencia a menudo se tuviera que recurrir a la manipulación, en el que la belleza podía mejorar la posición social y en el que, como veremos, debido a la incipiente seudociencia, los posibles maridos podían examinar el cuerpo, el cabello y la cara de las mujeres en busca de señales de obediencia y fecundidad. A las mujeres del Renacimiento les importaba su aspecto: no quedaba otra”.

Burke habla de la obsesión por la belleza y el aspecto físico en el Renacimiento en su ensayo Cómo ser una mujer del Renacimiento. Mujeres, poder y el nacimiento del mito de la belleza (Crítica, 2024). Una época donde las apariencias mandaban, algo muy parecido también a lo que ocurre en la actualidad; basta echar un vistazo a Instagram, por ejemplo, para comprobarlo.

“Una de las cosas que se parecen hoy a las de antaño es el énfasis en un ideal de belleza difícil de alcanzar para la mayoría de las mujeres —explica la catedrática—, y a menudo asociado a la riqueza y el ocio. Si ahora eso puede significar una persona esbelta con tiempo para hacer ejercicio y comprar productos caros para la piel, en el Renacimiento eso significaba tener una piel pálida (que indicaba que esa persona no tenía necesidad de trabajar al aire libre), una tez clara y un cuerpo carnoso y regordete (para demostrar que se tenía abundante comida)”.

“Las redes sociales han puesto en juego todo un nuevo énfasis en la apariencia, que es diferente a todo lo que había antes —continúa explicando—. Creo que, históricamente hablando, hay ciertos puntos álgidos en los que los debates sobre la belleza adquieren especial importancia. Ahora estamos en uno de esos periodos, y otros lo fueron, por ejemplo, a finales del siglo XIX y principios del XX, con la comercialización generalizada de cosméticos y el auge del movimiento feminista, y en el Renacimiento, con el debate sobre la naturaleza de la mujer, el auge del retrato y el desnudo, y los inicios de la imprenta”.

Obsesión sin prejuicios de clase

Esa tiranía de la belleza y los cosméticos se daba en todas las clases sociales, contrariamente a lo que se ha dicho siempre. Según Jill Burke, “este es uno de los mayores malentendidos de la historia de la cosmética. Las fuentes son muy claras al afirmar que personas de todos los estratos sociales compraban y fabricaban cosméticos de todo tipo en la época del Renacimiento”.

De hecho, algunos de los best sellers que más circularon en la época eran tratados sobre cómo fabricar tus propios cosméticos en casa o con trucos de belleza. Y los consumidores de esa literatura eran fundamentalmente mujeres, pero también hombres.

“Los hombres también utilizaban perfumes y cosméticos para la piel y el cabello, aunque a menudo se les tachaba de afeminados, porque el interés por el embellecimiento se consideraba un rasgo propio de mujeres y se asociaba a los vicios femeninos de la vanidad y la frivolidad”.

Frente a esa obsesión actual por el aspecto físico y la belleza exterior, “la diferencia importante es que ahora que las mujeres pueden ganar su propio dinero tienen más opciones de comprometerse con los ideales de belleza o ignorarlos”, aclara Burke. “Muchas mujeres del Renacimiento no tenían esa libertad, ya que su bienestar dependía del favor de los hombres. Esto se debe a que los hombres podían obtener ingresos independientes, pero, aunque muchas mujeres del Renacimiento sí trabajaban, o bien lo hacían de forma no remunerada como parte de un negocio familiar en el que su marido o padre o hermanos estaban a cargo del dinero (por ejemplo, en labores agrícolas, tejedoras, etc.), o bien recibían un salario muy inferior al de sus homólogos masculinos”.

Pero la belleza femenina, hay que insistir, era algo absolutamente necesario si se quería alcanzar un estatus o, al menos, no perderlo. «Para muchas mujeres, sobre todo las más pobres, la apariencia podía suponer una gran diferencia si significaba que podían atraer a un marido más rico. Sin duda, a la hora de elegir esposa, el aspecto de las mujeres era objeto de un minucioso escrutinio».

Género y feminidad en el Renacimiento

El Renacimiento también fue una época en la que se interesaron muchas fugas imaginativas de la férrea prisión de los roles de género y algunos exploraron las posibilidades de transformación de esos roles, al igual que otros prescribieron normas que fueron rigurosamente aplicadas”, escribe Burke en su ensayo. Para ellas, los rituales de belleza y la cosmética representaban una prisión que las sometía a un canon imposible, pero también un espacio de libertad que podían compartir.

“Las mujeres del Renacimiento eran muy conscientes de los pros y los contras de interesarse por la cultura de la belleza, y he incluido muchas de estas discusiones en mi libro. Una de las más interesantes es la de una escritora llamada Moderata Fonte (1555-1592), que en su diálogo El valor de la mujer hace que distintos personajes expresen los pros y los contras de interesarse por la belleza”, comenta la catedrática.

“Sin embargo, debido a que la Iglesia trató de reprimir cada vez más la cosmética durante el siglo XVI, muchas mujeres argumentaron que era su derecho utilizar el “ornamento”, ya que muchas otras libertades y salidas creativas les estaban vedadas”.

Lo cierto es que las ideas sobre feminidad experimentan un cambio en esta etapa histórica. Tanto es así, que existió todo un género literario conocido como querelle des femmes, en el que se discutía la “naturaleza” de la mujer, cómo debía ser la mujer ideal, etcétera. Esto incluía el cumplimiento de un conjunto bastante limitado de normas de belleza que, a su vez, estaban relacionadas con la personalidad.

“En el Renacimiento existía la idea de que el exterior del cuerpo reflejaba el interior, por lo que algunas autoridades sostenían que las mujeres con el pelo oscuro y rizado eran más propensas a ser inteligentes, pendencieras e infértiles, por lo que no eran buenas esposas —aclara Jill Burke—. Algunos de esos estereotipos siguen vigentes hoy en día, como el concepto de rubias tontas. Los cosméticos desafiaron afectivamente la idea de que la apariencia exterior estaba relacionada con la belleza interior al permitir a las mujeres “engañar”.

Maquillada como una puerta, pero que no se note

Relacionado con ese concepto de engañar está el de sprezzatura, que vendría a ser hacer algo brillantemente sin esfuerzo evidente. En el Renacimiento, escribe Burke en su ensayo, “el artificio es aceptable, pero es más admirable cuando se oculta, cuando se hace tan bien que no se puede ver”. Es decir, aunque detrás haya una intensa labor de chapa y pintura, el resultado debe parecer natural.

“El objetivo de la mayoría de los maquillajes renacentistas es conseguir una belleza natural”. Por el contrario, presentarse en sociedad con demasiado maquillaje o mal aplicado era algo muy mal visto.

Tener vello es cosa de brujas

Un aspecto interesante que resalta la autora de Cómo ser una mujer del Renacimiento es reparar en las conexiones que existían entre “las culturas de la cosmética y de la brujería”. En Alemania, y probablemente en otras partes de Europa, tal y como explica Jill Burke, la eliminación del vello corporal estaba asociada a juicios por brujería.

Con la depilación, se evitaba que las mujeres pudieran ocultar amuletos que pudieran llevar colgados o directamente tatuados, de ahí que no estuviera bien vista socialmente. Te depilas, luego eres sospechosa de bruja. De ahí que en muchos desnudos femeninos alemanes pintados en el siglo XVI se mostrara el vello púbico de las mujeres.

Sin embargo, no era así en otras regiones de Europa. De hecho, la depilación era una práctica común en los países mediterráneos como España, Italia y Francia, probablemente influenciados por las culturas de baño judía e islámica.  “La mayoría de las mujeres se bañaban en una casa de baños con una mezcla alcalina de oropimente y cal viva que derretía el vello, aunque también se depilaban y afeitaban”.

Alcandora, sus gentes e historias (2ª edición)

Novela escritor andaluz: ALCANDORA, SUS GENTES E HISTORIAS 

Las ovejas duermen en familia (2ª edición)

Novela escritor almeriense: LAS OVEJAS DUERMEN EN FAMILIA 

Contacto

Si deseas realizar cualquier consulta no dudes en contactarme:
  autor@ricardoalba.es

Ricardo Alba Santamaría
periodista y escritor español

Términos relacionados para buscadores, no leer:
Blog del periodista y escritor español de origen cántabro Ricardo Alba Santamaria, descubre en su blog las publicaciones de este periodista cántabro, un rincon que invita a la reflexión sobre los diversos temas de actualidad y cotidianos. Blog de Ricardo Alba Santamaría periodista y escritor español nacido en Cantábria..

Detengámonos un momento a observar un retrato cualquiera pintado en el Renacimiento. Una dama, por ejemplo, como puede ser Leonor de Toledo, pintada p...

Diseño web