Teatro Español, Madrid, hasta el 30 de marzo de 2025
Gentes humildes con ganas de comerse el mundo en la juventud que acaban por perder la ilusión intentando sobrevivir en una sociedad dura donde no llega ni para pagar la luz, escena con la que Buero inicia el drama. En el Español asistimos, sin embargo, a una escena previa de apertura en la que se nos presenta a todos los personajes al tiempo. Un recurso musical que poco tiene que ver con la tragedia que está por llegar y forma parte de las pequeñas licencias que la representación se permite. Quizás un poco forzada la inicial, más acertadas el resto.
A pesar de los saltos en el tiempo, no hay fractura entre generaciones, sus historias se entremezclan y los errores de juventud se repiten una y otra vez hasta el punto, curiosamente, de provocar la hilaridad dramática de una parte del público mientras al resto se nos encoge el corazón.
En la dirección, Helena Pimienta, que consigue transportarnos hasta esa vieja y triste escalera donde sus habitantes parecen condenados a vivir para siempre. No hay lugar para la esperanza, los sueños se ven truncados con el devenir de los años y las pasiones, bien por prohibidas bien por inconvenientes, están abocadas al fracaso y la desdicha de quienes en algún momento las gozaron. Estamos ante un drama humano universal que sumado a los problemas de vivienda y la carestía de la vida bien podemos aplicar a la actualidad.
La obra respeta fielmente el texto original, sencillo pero vehemente, donde todo encaja a la perfección y el peso de la interpretación cobra aún más fuerza. Casi veinte actores dan vida a estos desdichados personajes que en lugar de dinero heredan la desdicha de sus progenitores.