Puccini fotógrafo que podrá verse en el Teatro Real de Madrid hasta el 22 de julio
Su afición se inició alrededor de 1894, y el paisaje de su Toscana natal era el protagonista de sus primeras fotografías. En ellas, domina un sentimiento poético, con composiciones visuales bien calibradas y, en parte, inspiradas en las obras de alguno de sus amigos pintores, pero con su propia impronta. La naturaleza era la gran protagonista de las imágenes que captaba, donde el ser humano quedaba relegado a una pequeña silueta en medio de la inmensidad del paisaje.
Puccini fotógrafo
Pero la cámara debió gustarle, porque desde ese momento no dejó de llevársela a sus viajes. En Nueva York le cautivaron sus gigantescos edificios y la maestría de la ingeniería de sus puentes. En Egipto, sin embargo, volvió la mirada hacia las personas que vivían allí y en el paisaje de aquella tierra, porque lo que le interesaba, más que los monumentos, era la gente y su forma de vida, la innegable atracción de la cotidianidad.
Junto a estas fotografías, él mismo se convirtió también en protagonista de su cámara. Al ser un personaje muy conocido, era consciente de la importancia de su propia imagen —lo que hoy llamaríamos cuidar y fabricar su marca personal— y supo en seguida que la fotografía era un buen canal para aumentar su popularidad, de ahí que los autorretratos sean tan numerosos.
Y más curioso aún, las fotos a su propia sombra, en la que su silueta, con su inseparable sombrero, ligeramente ladeado, resultaba perfectamente reconocible y ha pasado a la historia.
Buena parte de sus fotografías, 20 en total, están recogidas en la exposición Puccini fotógrafo que podrá verse en el Teatro Real de Madrid hasta el 22 de julio. La muestra, que coincide, además, con el primer centenario de la muerte del compositor, está organizada por el propio Teatro Real, el Instituto Italiano de Cultura de Madrid y PHotoESPAÑA.